Hatch, E. M. & Brown, C. 1995. Vocabulary, Semantics and Language Education. Cambridge: Cambridge University Press.
Se denomina conocimiento lingüístico activo a la capacidad que posee un individuo para producir su propio discurso hablado o escrito. Frente a este, la capacidad para entender los mensajes emitidos por otros hablantes constituye su conocimiento lingüístico pasivo. Los estudios en este campo se centran sobre todo en el vocabulario. Así pues, se habla de vocabulario pasivo o receptivo y de vocabulario activo o productivo. El vocabulario receptivo engloba aquellas palabras que un hablante reconoce y entiende en un determinado contexto (oral o escrito), pero que no forman parte de su repertorio productivo, bien porque conoce solo parcialmente su significado (o es capaz de reconocer su significado solo dentro de ciertos contextos), bien porque desconoce las restricciones sintácticas a las que están sujetas (reglas de colocación o concurrencia), y si son o no adecuadas a un determinado registro o situación comunicativa. Estas palabras forman parte del léxico básico pasivo del hablante. Por vocabulario productivo se entiende las palabras que el hablante es capaz de producir y emplear correctamente y de manera creativa tanto en la comunicación oral como escrita.
Aunque esta distinción es defendida por diversos autores, otros proponen la existencia de un continuo en el aprendizaje del vocabulario (tanto en la L1 como en la L2) en el que las unidades léxicas se distribuyen según el control y conocimiento de las mismas que tenga cada hablante, de manera que este efectúa la selección del vocabulario adecuado para cada situación comunicativa de acuerdo con sus necesidades, sus deseos, motivación, cuestiones estilísticas, etc., y no solo en función de criterios de mayor o menor conocimiento de dichas unidades. Esta hipótesis del continuo en el aprendizaje de vocabulario se apoya en el hecho de que existen gran cantidad de palabras en una lengua que sus hablantes entienden pero no usan por razones dialectales, de registro (formal, coloquial, vulgar), o porque no pertenecen a su idiolecto. Este es el caso, por ejemplo, de palabras tabú, expresiones empleadas por generaciones anteriores y que hablantes más jóvenes ya no utilizan, o vocabulario específico de profesiones o áreas de estudio concretas.
Se sabe que el vocabulario pasivo de un hablante nativo suele superar al vocabulario activo. Se estima que mientras el primero puede alcanzar las 100.000 palabras, el segundo es mucho más limitado, oscilando entre las 10.000 y las 20.000 palabras. En la enseñanza de lenguas extranjeras, un vocabulario activo de entre 3.000 y 5.000 palabras y uno pasivo de entre 5.000 y 10.000 se consideren ya dentro del nivel medio o medio-alto de dominio lingüístico.
Milton, J. 2009. Measuring Second Language Vocabulary Acquisition. Bristol: Multilingual Matters.